Juegos Olímpicos - En tierra de Dioses, Argentina se hizo un lugar
El básquet argentino completó un círculo de felicidad completa en Atenas 2004 con el oro que convierte a nuestro país en el "Señor de los Anillos" de los dos grandes deportes de equipo de los Juegos.
La Selección Argentina perdió el Mundial 2002 ante Yugoslavia en un final polémico que le privó del oro injustamente. En los Juegos griegos sufrió una durísima primera fase, con derrotas frente a España y ante la propia escuadra 'azzurra' (75-76); el choque por demás difícil frente al anfitrión no produjo nada más que alimentar el las ganas de crecer; un cruce de semifinales en el que nadie esperaba una victoria tan tranquila, pues en frente estaban los Estados Unidos no fue obstáculo tampoco (81-89); y una final donde muy pocos países han tocado el éxito.
Mucho menos, un éxito como el del grupo adiestrado por Rubén Magnano. El logro máximo, irrefutatable míreselo por donde se lo mire. Los argentinos pudimos. Bastó una final y casi nada de experiencia previa. Cuarenta minutos, el título y el pasaporte a la gloria. Magnano y sus hombres lo han merecido más que nadie. Por su capacidad para sufrir, para no perder la fe, para vaciarse cada noche, para jugar al básquet, para creer.
Argentina es una selección cargada de valores deportivos: fe, deseo,ambición, respeto al rival, al escudo, a sí misma. Es, sin duda alguna, sin réplica posible, con todo honor y todo gloria, la campeona olímpica de Atenas 2004. Con un triunfo ensalzado, al máximo, por la nobleza de Italia, quien como muy pocas selecciones en el mundo, saben exprimir sus virtudes. Una es la defensa. La otra, su artillería a cargo de sus dos tiradores de exhibición -Gianluca Basile y Massimo Bulleri-, a un hombre interior de corte clásico -Dennis Marconato- y a un todo terreno que siempre responde -Massimo Galanda-, la defensa, la entrega, les hace enormes, les hace subcampeones olímpicos. Que es mucho, muchísimo.
La mezcla latino-italiana de Argentina ha regalado al baloncesto mundial un equipo de gladiadores que se bate sin cuartel allá donde juega. Su país les hace desenvolverse como titanes. También ante Italia, su inspiradora, el origen de parte de sus genes. Porque no podemos dejar de lado que medio equipo nacional lleva en su sangre, en su pasaporte y en su experiencia una marca italiana: Luis Scola, Alejandro Montecchia, Andrés Nocioni, Emanuel Ginóbili, Hugo Sconochini, Carlos Delfino y Fabricio Oberto.
Después del último intento de Italia, a falta de ocho minutos (59-61), Argentina puso rumbo al oro con una autoridad y una determinación propia de los elegidos, de los más grandes. La calidad de su rival, la entereza de los italianos, agrandó la gesta del conjunto argentino, de la albiceleste que flameó bien arriba en tierra olímpica. Allí donde todo nació una vez. Allí dónde nace una nueva era en el deporte
nacional. Gracias muchachos, ese lugar es de ustedes...